Las mujeres transgénero desempeñan sus actividades económicas principalmente en el trabajo precario, pues el trabajo formal está prácticamente vedado para ellas, por otro lado el desprecio que reciben de la sociedad las ha ubicado fuera de este mundo, como si fuesen una grave amenaza para el orden universal.
La Organización Internacional del Trabajo ha promovido en todo el mundo la noción de trabajo decente, toda faena debe incluir un ingreso digno, normas de seguridad laboral, la protección de un seguro social, posibilidades de desarrollo humano, estabilidad laboral, jubilación y ausencia de discriminación por género.
Es desafortunado descubrir, que el movimiento universal auspiciado por la OIT, se paraliza para las mujeres transgénero de nuestro país, por la coexistencia de una estructura cultural perversa, que ha ignorando a la Declaración Universal por los Derechos Humanos, a la Organización Mundial Contra la Tortura y a la Constitución de la República, entre otros cuerpos legales, para ensañarse con las personas que presentan diferencias por condiciones de género u orientación sexual.
Estas respuestas también delatan la pervivencia de una ideología colonial marcada por relaciones de poder y jerarquías sociales que se expresan en comportamientos discriminatorios.
En nuestra sociedad, el “modelo machista” presenta ampulosamente sus procedimientos, como un prototipo eficaz para ser reproducido en diferentes escenarios.
Las mujeres transgénero han sido discriminadas en base a juicios que se han construido socialmente como un sustento al poder. Este poder recalcitrante también se ha incrustado en los grupos GLBTI, por eso existen las transgéneros de clóset, las ocasionales, las que no se aceptan, las que se enmascaran denigrando a los demás, las machistas o las que se muestran fastuosamente en las discotecas gay.
Estos relatos demuestran además, que la confluencia de varias exclusiones ahonda la desigualdad y la pobreza, estos escollos generan nuevos fenómenos sociales, impidiendo que las mujeres transgénero conquisten el anhelado “Buen Vivir”.
Eduardo Ramón
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