sábado, 13 de enero de 2018

REBUSCANDO SU SUSTENTO DIARIO



El escenario laboral de las mujeres transgénero a veces es confuso e impredecible, ya que para poder vivir, realizan simultáneamente actividades en el trabajo informal y en el trabajo formal, en algunos casos utilizando diferentes identidades.

Las transgéneros que trabajan como vendedoras utilizan dos canales para ofrecer mercaderías a sus clientes. Las más educadas, venden con la técnica “puerta a puerta”, con este modo de operar, visitan a sus clientes potenciales en el lugar en donde ellos viven o en el lugar en donde trabajan. Sus ventas consisten en productos de consumo masivo como artículos de belleza, alimentos de consumo diario o prendas de vestir. Sus conocimientos sobre ventas son empíricos, pues desconocen las conductas de los clientes, la motivación de ventas, las promociones, etc.

El trabajo es arduo, pues para formalizar las ventas deben visitar a muchas personas, en lugares muy dispersos. Su mayor dificultad es la sicológica, al no haber sido capacitadas para superar las objeciones de los clientes, reciben rechazos, negaciones violentas, portazos y expulsiones con la fuerza pública.

Las más pobres, y con bajos niveles de capacitación y experiencia laboral, rebuscan su sustento vendiendo productos de consumo diario, mezcladas con los comerciantes informales que utilizan las vías públicas, las aceras, los mercados populares o lugares no autorizados.

Como la mayoría de las transgéneros no poseen documentos acordes con su personalidad externa, no han sido incluidas en el catastro de vendedores ambulantes que elaboró el Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, para regularizar esta actividad.

 Entre las vendedoras callejeadas transgénero, a menudo se genera una competencia desleal que se arregla con peleas y escándalos públicos, estos contratiempos dañan aun más su alicaída imagen.

Los vendedores ambulantes son la revelación más evidente de la imposibilidad estructural que tienen los países subdesarrollados, para asimilar en su aparato productivo a la totalidad de la población económicamente activa. La población en estado de desocupación continua, es la más proclive a caer en la delincuencia.

Para las transgéneros que trabajan en bares y cantinas, su trabajo consiste en servir bebidas alcohólicas a los clientes y mantener pulcro el local de expendio. En horas pico deben atender a clientes exigentes, en forma rápida y eficaz, trabajan a tiempo completo, generalmente la tarde, la noche y casi siempre los fines de semana y feriados tanto locales como nacionales. Como no tienen formación académica para estos menesteres no saben combinar bebidas alcohólicas, elaborar cocteles y no dominan protocolos de comportamiento, por este motivo no pueden controlar a borrachos que se comportan salvajemente.

En bares y cantinas populares, se da un consumo excesivo de bebidas alcohólicas, en este caos se produce sexo promiscuo y eventos delictuosos, muchas transgéneros son forzadas por varones idiotizados por el consumo de alcohol a tener relaciones sexuales, sin protección. 

Para las transgéneros que sufren estos abusos es muy difícil buscar apoyo en sus empleadores o en las autoridades, la sociedad es eminentemente transfóbica y como siempre, el peso del conservadurismo inhabilita la actuación de la ley.

En la población capitalina, la sociabilidad entre las personas es impersonal, por esta razón hay la percepción de que se está produciendo un cambio gigantesco en la elaboración de los conceptos de las personas, pero los juicios de la gente sobre las transgéneros y los homosexuales casi no han cambiado, la gente ha enmendado su trato hacia las transgéneros, esta enmienda se produce básicamente por el miedo que genera enfrentarse a la ley. Desde lo más íntimo de su ser, la mayor parte de la población siente repulsión por homosexuales, bisexuales, intersexuales y transgéneros. A una mayor visibilización de la diversidad sexual, en algunos sectores sociales se incrementa, la homofobia, lesbofobia, transfobia, bifobia, etc.

Algunas mujeres transgéneros procedentes de Colombia, el Caribe o la Costa ecuatoriana, buscan su sustento en el oficio de la lectura de cartas del tarot, lectura de manos, adivinación según horóscopo o limpias energéticas de personas y de domicilios, su estrategia consiste en brindar al cliente atención personalizada y prometerle absoluta confidencialidad. En este submundo dominado por la magia, las personas creen que ciertas plantas endémicas de la serranía o la amazonía, tienen la propiedad de transmitir energías a los seres humanos, para sanarlos física y espiritualmente La adivinación y la brujería son prácticas sociales clandestinas, ejercidas en consultorios ubicados en sectores urbano-marginales, en viviendas abandonadas, cementerios o sencillamente en el cuarto de un hotel mísero.

Personas agobiadas por trastornos sicosomáticos creen que hay seres dotados de poderes extraordinarias y con la capacidad de solucionar problemas ingresando al mundo corporal de las personas, para modificar su estado de salud o sus sentimientos. Las compradoras de este servicio, son por lo general personas de baja escolaridad y con una vida torturada por el estrés, la angustia, problemas sexuales, problemas afectivos, violencia doméstica, resentimiento social, envidia, celos, coraje, frustraciones, obsesiones y exceso de trabajo. Algunas personas de ámbitos sociales y académicos elevados, también recurren a la adivinación en un momento de crisis, con la expectativa de conseguir un cambio “milagroso” en sus vidas. Los consultorios esotéricos también son visitados por personas con enfermedades engañosas, crónicas o catastróficas, con esta clase de dolencias, la falta de atención especializada agrava aún más el estado de salud de los enfermos.

El recurso terapéutico que las transgéneros utilizan con sus pacientes es la sugestión, creada por el sincretismo de creencias ancestrales africanas e indígenas con ritos tomados del catolicismo. En la mayoría de los casos el trabajo de la transgénero consiste simplemente en escuchar, aconsejar o consolar al paciente.

Desde la Costa ecuatoriana arriban a la ciudad de Quito, de vez en cuando, los “enchaquirados”, un grupo de mujeres transgénero que se dedican a la sanación espiritual, el aspecto físico de estas terapeutas del alma es impactante, por el resplandor de santidad que esparcen. La medicina tradicional es uno de los pilares fundamentales de la cosmovisión de los pueblos rurales e indígenas de Ecuador, por este motivo, los “enchaquirados” son muy reverenciados en la placidez de sus comunidades.

Eduardo Ramón

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